E. V.

Las enfermedades de tipo depresivo van en aumento. Mientras las causas de esta subida obedecen a diversas razones, como el estrés o la crisis económica actual, las consecuencias están claras: un incremento de los costes sanitarios y del mercado de las pensiones. El psiquiatra Julio Bobes y el letrado de la Administración Juan Méjica presentaron ayer estas conclusiones, extraídas de su libro, «Los trastornos depresivos como patología invalidante», en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA.

La obra aborda los trastornos ansioso-depresivos desde las perspectivas médica y jurídica en conjunto, y pretende servir de guía a las personas que padecen o han padecido alguna de estas enfermedades. Según Julio Bobes, un 20 por ciento de los enfermos no responde a los tratamientos y con el paso de los años adquiere «una pérdida de la funcionalidad diaria», es decir, pierde de manera temporal o permanente su puesto de trabajo o incluso es incapaz de valerse por sí mismo. Como ejemplo, los ponentes destacaron que la segunda causa de baja laboral temporal en la Unión Europea son los trastornos depresivos, sólo por detrás de las afecciones de las articulaciones y por delante de las enfermedades cardiovasculares.

Según Méjica, a la hora de evaluar una posible baja laboral, no es tan importante que la persona presente todos los síntomas del trastorno, «sino demostrar que le afecta en su trabajo llegando incluso a impedirle su realización». En el caso de la concesión de una incapacidad laboral, los costes se disparan; «los costes de los trastornos depresivos son los más altos de la Sanidad, abarcan la hospitalización, la enfermería, los cuidados paramédicos y los medicamentos, y todo este proceso en algunos casos puede cronificarse», explicó el psiquiatra.

Además del alto coste sanitario, este grupo de enfermedades depresivas «ha establecido nuevos retos médicos», como la adaptación del Sistema Nacional de Salud y de los profesionales a la creciente demanda de tratamientos. Para Bobes, «ante este panorama es el momento de aumentar el presupuesto para los tratamientos de los primeros estadios de la depresión, es decir, de las intervenciones precoces, para así evitar un mayor gasto posterior en enfermedades incapacitantes que ya no tienen vuelta atrás». Según los autores de «Los trastornos depresivos como patología invalidante», un 7 por ciento de los europeos padece una enfermedad mental de tipo depresivo (unos 33 millones de personas) y la mayor parte de los afectados son mujeres. En palabras de Julio Bobes, «por cada paciente varón depresivo hay dos mujeres afectadas y un 44 por ciento de las incapacidades permanentes en Europa son masculinas, mientras un 56 por ciento corresponden a las mujeres».