Elena FERNÁNDEZ-PELLO

La psiquiatría asturiana echa la vista atrás y hace memoria. En la celebración del trigésimo aniversario de la Sociedad Asturiana de Psiquiatría, Alfredo Díaz González repasó los acontecimientos más señeros de su historia, desde mediados de los años sesenta del siglo XX, cuando «Asturias era pionera y muy importante en la psiquiatría, sobre todo de España, pero también en todo el mundo».

Díaz González fue condecorado ayer con la insignia de la entidad, como el resto de sus sucesivos presidentes: Manuel Bousoño, Julio Bobes, Agustín Cabezudo, Jesús Fernández y Juan Antonio Gil. El primero, José Aurelio Martínez López, que desempeñó el cargo entre 1980 y 1984, fue el único ausente, por problemas de salud, según explicó la actual presidenta, Mari Paz González-Portilla.

Entre los reunidos en La Zoreda, el lugar elegido para el evento, el veterano era Díaz González, que evocó los tiempos del nacimiento de la «psiquiatría comunitaria, con dispensarios a los que acudíamos varias veces por semana para atender a los enfermos en su zona, sin que tuvieran que trasladarse a un hospital». El psiquiatra, que se formó en París, habló de la fractura abierta en la profesión en 1972, cuando veintiocho psiquiatras dimitieron y obligaron a reorganizar el entonces Hospital General. Díaz González abandonó la sanidad pública y no se reincorporó a ella hasta veinte años después. Testigo de todos esos acontecimientos, afirma con convencimiento que Asturias sigue a la cabeza de la psiquiatría. En ese mismo sentido se manifestó González-Portilla, asumiendo que «nos quedan muchos retos: la sociedad es cada vez más exigente con el médico y con el psiquiatra en particular».

El obispo auxiliar de Oviedo, Raúl Berzosa, impartió la conferencia magistral de la jornada conmemorativa, basada en la antropología cristiana. La jornada incluyó un debate sobre la evolución de la asistencia psiquiátrica en Asturias y contó como invitados con varios representantes de la Sociedad Gallega de Psiquiatría.